martes, 14 de octubre de 2008

Por Siempre alli.

CAPITULO IX

Se despertó somnolienta y los rayos de sol caían fuera, cambió de postura y tropezó con algo.. abrió de nuevo los ojos y parecía.. parecía..
- ¡AAAAAHHHH! –
Aquel cuerpo se reincorporó de inmediato, miro a Ana intensamente.
- ¿Te he asustado, princesa?
- ¿Qué haces en mi..- Ana se fijo bien.- ..dónde estoy?
- Estamos en una de las cuevas de la playa.. te quedaste dormida en la arena y te traje hasta aquí.. luego estabas tan hermosa durmiendo que no pude mas que tumbarme a tu lado a descansar.. perdona si te he asustado, si quieres, me voy.
- No, no te vayas.. hoy será el ultimo día que estemos juntos.. aunque quizás venga este verano..
- Aprovechemos el tiempo.
Ana miró la hora y eran las diez de la mañana.
- Princesa, ¿siempre estas pendiente de la hora?
- Desafortunadamente si, es una de las influencias del mundo moderno.. ¿tu no tienes reloj?
- Me guío por el sol.
- Ya..- se reincorporo y Rodrigo lo hizo también.- lo primero que debo de hacer es dejarle una nota.. – se fijo bien en Rodrigo.- hoy, tu color de piel.. es mas natural, ¿qué te has hecho?.. y tu mirada es diferente, es mas clara, mas alegre.. dime cual es el secreto.
- Princesa, hoy he vuelto a la vida por ti, me siento tan vital que todo ha cambiado en mí.
- Será eso..- volvió al tema anterior.- .. que tengo que dejarle una nota a Paula en el apartamento, así que me esperas en la entrada del camino y ahora voy.
- Si deseas que te espere allí, así lo haré, aunque yo pensaba en acompañarte a donde quieras, pasear por las calles, no separarme ni un segundo de ti.
A Ana se le iluminó el rostro, lo cogió de la mano y se marcharon para el apartamento.

Paula se asomo al cuarto de Ana y no estaba. Llego a la sala y vio una nota encima de la mesa. La cogió, la leyó y se quedo sorprendida.

Me he ido con un amigo a pasar el día, no se cuando regresare, que te lo pases bien, besos, Ana.

¿Un amigo?. Paula se quedo sorprendida, con Alex le dijo por la noche que nada de nada.. y salir para conocer a alguien mas no había salido. Algún compañero de clase, imposible, los dos únicos que había uno tenía novia y el otro estaba casado. En estas divagaciones estaba cuando sonó el timbre y fue a abrir.
- Hola cari.- la beso eufóricamente.- ¿te he despertado?
- No, pero acababa de levantarme.
- Estupendo, así nos va a dar tiempo para ir un rato al mercadillo.
- ¿Hoy hay aquí mercadillo?
- Si, y esta muy bien.. ¿y Ana?
- Eso quisiera yo saber. La “petarda” esta me ha dejado una nota y se ha largado con – poniendo tono de novela de terror – “el acompañante misterioso”.
- ¿El acompañante misterioso?
- Si, toma, lee.
Víctor leyó la nota.
- A lo mejor ha conocido a alguien sin que tú lo sepas, no dices que ha llegado dos veces tarde a casa.
- Si, pero fue a..- Paula se quedo pensando.- ..me estas diciendo que ha conocido a alguien y no me lo ha contado.. esta se la carga.
- Oye mona, que tú hiciste lo mismo conmigo el verano que nos conocimos, ¿te acuerdas?
Paula se quedo pensando y guardo silencio.
- Si, tienes razón... me pareció divertido tener una aventura secreta.- le dio un beso.- me voy a vestir.

Paseaban por el mercadillo. Rodrigo se había convertido para Ana en el acompañante ideal para pasar un día inolvidable. Era generoso, ocurrente y divertido. Sería seguramente el alma de cualquier fiesta, el punto de referencia de una charla sería, la sabiduría en persona. Cogida de su mano se sentía feliz y protegida, nada le podía ocurrir. Miraban los tenderetes y de vez en cuando él le iba explicando cosas de los bártulos más antiguos que había en algunos. Ana poso su vista sobre unos preciosos pendientes de plata vieja que había en un puesto.
- Mira Rodrigo, que bonitos.
- ¿Cuánto cuestas esos pendientes? – preguntó Rodrigo sin vacilar.
- Son 9 euros, si se lleva todo el conjunto..
- ¿Todo el conjunto?
- Si.. – el hombre saco una pulsera, una cadena con un colgante compañero y un anillo.- este es el resto del conjunto, lo que pasa que lo tengo guardado por qué hoy en día no se puede fiar uno de nadie.
Rodrigo cogió el anillo y lo observo detenidamente.
- ¿Cuánto pide por todo?
- 42, y le estoy dando precio de ganga.
- 30 y sabe de sobra que le pago una buena cantidad.
- Oiga, yo no estoy aquí para que se aprovechen de mi..
- ¿Quiere que le diga donde ha encontrado estas cosas?
- ¿Cómo?
- A usted lo veo mucho esculcando por los alrededores del castillo, incluso creó que de vez en cuando...
- 30, y no se hable mas, caballero.- dijo el hombre palideciendo.
- Le estoy haciendo un favor.. y lo sabe.
Rodrigo le dio el dinero y el hombre le dio las joyas en una bolsita. Ana estuvo muda, Rodrigo le pasó las mismas a esta.
- Toma princesa, espero que te gusten.
- Me encantan, pero dime, ¿qué es todo eso que le has dicho de que busca en..?
- Estas joyas, fueron hechas a mano para la hija del primer rey que hubo en este castillo. Se las regalaron cuando cumplió ocho años e hizo la primera comunión. Siempre las llevaba puestas, por eso el anillo esta modificado en lo que es su anchura, pruébatelo.- Ana lo saco con cuidado de la bolsa y se lo puso, le encajaba perfectamente, parecía hecho a medida.- luego, cuando se caso con aquel príncipe las guardo en un joyero y no se las volvió a poner. Aquel hombre ya le regalaban cosas mucho mas bonitas, si, que unas pobres joyas de plata.
- ¿Y tu como sabes eso?
- Yo... – el tono de voz era un poco triste, aunque lo cambio.- ¿a que cuento bien las historias?
- Tan bien que parecen reales.
- Me la he ido inventado, princesa, pero no me extrañaría que ese hombre se encontrase cosas, lo he visto muchas veces por los alrededores buscando.- le cogió la mano y la acerco mas a sus caras.- además fíjate, estos grabados, estos labrados que tiene el anillo a su alrededor son de la naturaleza, están muy desgastados, no me extrañaría que fuese de aquella época.
Se miraron intensamente y aunque Ana se deshacía por dentro por un beso en los labios, recibió uno en la mano.
- Sabes mucho sobre antigüedades.
- Se muchas historias de aquí y allá.
Con las manos cogidas siguieron paseando por el mercadillo y al final de la mañana Ana llevaba algunas cosas mas, Rodrigo no dejaba de mimarla.

Paula miraba un regalo para llevarle a su madre y Víctor esperaba pacientemente observando a la gente de alrededor. De pronto, uno de esos rostros tomo forma para él, le sonaba demasiado..
- Paula, mira, ¿no es aquella Ana?
Paula miro para donde le indicaba su compañero y no vio a nadie.
- ¿Dónde?.- pregunto estudiando el lugar señalado.
- Es que la ha tapado ahora mismo ese chico alto de la camiseta blanca de manga corta y los vaqueros azules.- el chico dio un paso para atrás y a su lado había una chavala.- esa, esa.. – corroboro nervioso.
- Anda, si, pero a él ni idea.
- Pues parecen muy felices.
Paula cogió a Víctor de la mano y se acerco casi a la carrera donde estaba su amiga.
- ¡Ana!, menuda forma de irte esta mañana de casa.
- Te deje una nota.
- Si, pero es que como no dices que tienes un amigo, pues, claro, yo..
- Me llamo Rodrigo, y vos sois..
- Me llamo Paula, y él es Víctor.
Rodrigo cogió la mano de Paula y la beso mientras se inclinaba levemente, a él le dio un fuerte apretón de manos.
- Mucho gusto.
- Y todas esas cosas, ¿no decías que no podías gastar muchas pelas?
- Me los ha regalado él.
- Aprende chico, mira..- dijo Paula a Víctor.
- Eso solo son los primeros días, luego..- dijo él.
- Luego pues igual, como debe ser.
- Paula, no te pases.- le increpo Ana.- que Víctor se porta muy bien contigo.
- Si, es un cielo.- dijo tiernamente, y lo beso.
- ¿Qué vais a hacer ahora?.- pregunto Rodrigo.
- Pues estaba eligiendo unos regalos para llevar a mi familia y después íbamos a tomar algo.
- Si quieres te puedo indicar donde puedes comprar unos recuerdos bonitos y no muy caros. Es una tienda que esta fuera del mercadillo.- propuso Rodrigo.
- Vale, venga.
Caminaron por las calles del pequeño pueblo y entraron a una tienda donde había muchas cosas talladas en madera, cuadros del lugar, e infinidad de cosas hechas con conchas del mar. Entre las tallas destacaban unas del castillo que había a varios tamaños y tonos. Paula se perdió buscando algo y Ana observaba con detenimientos aquellas tallas, aquellos cuadros...
- Rodrigo, ¿la has hecho tu?
- No princesa, ¿por qué lo dices?
- No se, parece tu estilo.
- Princesa, yo no tengo estilo, nunca he estudiado en ninguna universidad, soy autodidacta y por eso no saco a la luz lo que hago. La única persona que las ha visto eres tú.
Ana no contesto, precedida de su amigo estuvo viendo las cosas de la tienda.
- Me voy a comprar este joyero para guardar lo que me has regalado como algo especial.
- Princesa, si quieres un joyero, yo te daré el apropiado para lo que llevas.
- ¿Mas cosas?, no te lo puedo permitir.
- Princesa, yo tengo esas cosas, y quien las debe de tener eres tu, pues son solo tuyas.
Ana no dijo nada, no podía contradecir aquel dulce rostro, aquella dulce mirada.
Paula salió cargada de la tienda como era de esperar y entre los tres compartieron un poco mejor el peso.
- Vamos a dejar todo esto al apartamento y después nos tomamos algo, ¿os parece?.- dijo ante tal volumen de cosas.
Ninguno contesto pero a los tres les pareció estupenda aquella idea.
Estuvieron en un bar cercano tomándose unas copas, seguidamente se marcharon a comer a un restaurante italiano.
- ¿Y tu de donde eres, Rodrigo? .- pregunto Víctor mientras se iba enrollando los espaguetis en el tenedor.
- Soy de aquí, de Castillo del Mar.
- Es que es la primera vez que te veo, y la verdad, tengo que reconocer que conozco a mucha gente de nuestra edad.
- Yo salgo poco, prefiero pasear a entrar a una agobiante discoteca o a un estrujado bar. Por esa razón conozco a pocas personas, por qué para conocer hay que frecuentar esos lugares.
- Entonces, ¿cómo conociste a Ana? – se intereso Paula.
- A mi princesa la conocí en la floristería. Me gusta mucho las flores y fui a comprar unas pocas, al entrar la vi y quede prendado de su belleza. Estaba indecisa entre los tradicionales claveles u otra cosa. Yo le aconseje flores silvestres, son más originales. Entre los dos confeccionamos un bello ramo, la acompañe hasta la puerta de la floristería y allí nos quedamos un ratito charlando.. me cautivo todo en ella, supe que tenía que verla otra vez. A los dos días la encontré al salir de una tienda de revistas, no se si fue cosa del azar o del destino, lo cierto es que me dio la oportunidad de compartir otro rato con ella.. y al siguiente día.. a mi me gusta mucho pasear por la playa, la vi allí, me acerque y al poco rato empezó a llover, nos cobijamos en una cueva cercana y fue una larga conversación.. la acompañe hasta la puerta y quedamos para hoy.
- ¡Que romántico!.. y que callaito te lo tenías guapa.
Ana sonrió divertida, los dos se habían tragado que fue así, y es que Rodrigo había contado la historia con tanta naturalidad que quien no se lo iba a tragar.
Terminaron de comer con diversas conversaciones en las que Rodrigo siempre opinaba con brillantez. Ana cada vez se iba quedando mas alucinada de todo lo que ese chico sabía, tomaron café y salieron de aquel restaurante.
- ¿Qué vais a hacer ahora? – pregunto Paula.
- Lo que Rodrigo quiera.- dijo Ana mirándolo.
- ¿Qué vais a hacer vosotros? – pregunto Rodrigo.
Paula y Víctor se miraron a su vez divertidos.
- Esto parece una cadena.. no se.- dijo Víctor.
Los cuatro se quedaron en silencio, indecisos, por fin Paula rompió con una idea.
- ¡Ya se lo que quiero hacer!, ¡bañarme en la playa!, solo hemos bajado una tarde y hace un tiempo estupendo.
- Yo no tengo el bikini aquí.
Rodrigo sonrió abiertamente.
- Eso no es problema, princesa, hay tiendas, te comprare uno.
- Bueno, pues como yo tengo que ir al apartamento a por el mío y este.- señalo a Víctor.- también, pues dentro de medía hora nos vemos en la estatua de la playa, ¿sabéis donde es?
Los dos afirmaron con la cabeza.
- Pues eso.
Se marcharon y se quedaron solos.
- Hay que ver que bien has salido de la pregunta de cómo me conociste.
- No me gusta mentir, princesa, pero creí que era mejor así, relacionar tus pequeñas mentiras a tu amiga con casuales encuentros.
- ¿A mi me has mentido alguna vez?
- Nunca princesa, para ti siempre tengo palabra de caballero y me comporto como tal.
Ana lo miró intensamente y se decidió, acerco su rostro hasta el suyo y lo beso levemente en los labios, temblaba como una hoja movida por el viento.
- Princesa, yo.. – Ana le puso un dedo sobre los labios rogándole silencio.
No dijo nada mas, la beso y ahora fue ella quien se estremeció por completo. La rodeo por los hombros y ella le pasó la mano por la cintura, se marcharon en busca de un bañador.

Llegaron al lugar acordado y aun no habían llegado Paula y Víctor, cerca se oía música.
- Vamos a acercarnos, princesa. – propuso Rodrigo.
Lo hicieron y era un cuarteto de cuerda que tocaban un vals, Rodrigo rodeo a Ana y de improviso se puso a bailar, Ana cerró los ojos, parecía llevada por una nube. Cuando acabó la música y por fin se separaron un corro de gente empezó a aplaudir a la genial pareja que había bailado y a los músicos. Algunos creerían que iban juntos y echaron el doble de propina.
- ¿Otro baile? – pregunto sonriente uno de los violinistas.
- Si gusta..
Un segundo baile se marcaron al compás de aquella dulce melodía, Ana no se lo creía, en mitad de la calle, en mitad de la tarde, estaba bailando sin mas.. pero no deseaba hacer otra cosa, seguramente ese momento lo habría soñado alguna vez.. la música ceso por segunda vez y otra oleada de aplausos inundo el espacio... la voz de Paula sonó de alguna parte.
- Venga bailarines, que la tarde se escapa.
Salieron de allí dándole las gracias al cuarteto.
- Rodrigo, esta noche te tienes que marcar un baile conmigo, ¿eh?, bailas muy bien.
- Lo siento, pero esta noche tengo todos los bailes reservados con una hermosa princesa.
- Pues entonces otro día.
- Eso esta concedido, con permiso de Víctor.
- A él le da igual, ¿verdad cari?
- Si, si.. – dijo solamente.
- Si queréis, podemos ir a una cala que casi nunca hay gente y hoy seguro que esta sola, es muy pequeñita pero se esta muy bien allí.- propuso Rodrigo.
Todos estuvieron de acuerdo con aquello. Tuvieron que pasarse por una corta cueva y salieron a una playita de fina arena donde el agua era limpia y cristalina.
- Que guay, Víctor, ¿tu no la conocías?
- Si, pero no me había acordado de ella.
Ana se metió en el agua, que era lo que mas le gustaba, el gran azul se extendía ante ella. Rodrigo se metió detrás.
- Princesa, ¿Eres buena nadadora?
- No esta mal.
- Ven conmigo.
Empezaron a adentrarse mar adentro, el agua estaba muy tranquila con lo que se podía nadar con facilidad. Rodrigo se paro manteniéndose a flote y Ana lo hizo al lado, no hacía pie y cuando miro hacía atrás le entró un poco de pánico.
- ¿No estamos muy lejos de la orilla?
Rodrigo no contesto, cogió aire y se zambullo. Ana pensó que estaba loco, al momento noto una sombra que se le acercaba rápidamente y algo salto por encima de su cabeza, estaba aterrorizada.. aquella cosa se volvió a acercar, era..
- ¿Te gustan los delfines?, princesa.
Ella afirmo con la cabeza.
- Esto son muy pacíficos, princesa, yo juego mucho con ellos.
- ¿Pero como eres amigo de los delfines?
- Quedaron atrapados en la arena hace unos meses, varados, y los ayude a volver al mar, desde entonces nos llevamos muy bien.
Ana cada vez se sorprendía más de la capacidad de aquel chico. Era extraordinario todo lo que le sucedía, y dudaba si era real o no, pero si aquello era un sueño no quería despertar.
- Pues juguemos.

Ana salió exhausta del agua, los delfines los habían acercado hasta casi la orilla, con lo cual el regreso había sido mucho más cómodo. Se tumbaron al sol.
- ¿Te ha gustado?, princesa. – pregunto Rodrigo algo inquieto.
- Si, pero estoy muy cansada.
- Pues descansa princesa, pues esta noche es nuestra.
Cuando el sol se ponía decidieron irse, ellos la acompañaron hasta el apartamento.
- Son las siete y media, ¿estarás arreglada para las nueve?
- Si.
- A esa hora vendré a por ti.
La beso en la mano y se marcho. Ana entro y se sentó hechizada en el sofá, Paula se sentó al lado.
- Chica, ¡que pedazo de tío!
- Esta bien.
- ¿Bien?.. tu estas ciega o que, esta buenísimo, además de ese romanticismo, de esa sabiduría, de todo.. no lo dejes escapar.
- Lo tendré que dejar mañana aquí.
- Pero volveremos, y tu tienes que volver conmigo para estar con él, si es una joya.
- Oye, no te emociones tanto.
- En la floristería, que romántico.. y se llama Rodrigo, como el cid campeador, que solera de nombre.
Ana se levantó del sofá y miró a su amiga.
- Me voy a duchar, he quedado con él a las nueve y quiero ser puntual.
- Esta noche te hago un moño y te maquillo, tienes que ir preciosa.
- ¡Vale, vale!

Ana salió de la ducha y entró a su dormitorio, sobre la cama estaba el vestido azul que se había probado aquel día, y apoyada en la pared había una funda de guitarra azul marina con la misma dentro, sonrió pues sabía quien era el responsable de aquellos detalles, aunque no lograba captar cuando lo había hecho.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estuve de vacaciones unos días y de ahí mi ausencia. Me imprimo tu nuevo capítulo, para incorporarme a tu gran historia. Seguro que me encanta. Esta noche lo leeré en mi camita. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Bueno, bueno. Ya al menos se ha presentado en sociedad. veremos que pasa esta noche cuando salgan. Ella tan guapa, con su moño, su vestido azul y él tan atento, romántico, sabio (sigo pensando que tiene bastantes más años....). Pero ya nos descubrirás el secreto de tan enigmático personaje.
Un beso

Ana dijo...

Pues como sigas así al final te coges y te imprimes todo el libro y te haces tu propio ejemplar.. que para mas in, a mis amigos mas allegados yo misma le hice en su día esa operación, imprimirlo y regalarselo.. y la verdad, a todo el mundo le gusto la historia.
Un beso Alatriste!
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En el proximo capitulo descubriremos algo mas de él en esa larga noche que pasan juntos.. pronto, pronto...
Un beso D'Paula!

Anónimo dijo...

Hola Ana,

al final Paula se enamorará de Rodrigo...La verdad es que el chaval es algo "diferente".

Voy a seguir leyendo.

Un beso.