martes, 29 de enero de 2008

Carnaval..

Siempre pasaba desapercibida, nadie se fijaba en ella. Tranquila y callada todos los días cogía el autobús para ir al trabajo en una fabrica embasadora. Cumplía su horario y luego volvía a casa sin apenas haber hablado con nadie. Escondía su profunda timidez detrás de unas grandes gafas, quizás algo desproporcionadas para su delgada cara. Se recogía el pelo en una trenza que casi le llegaba a la cintura y la única ropa que parecía tener era el uniforme del trabajo. Todos pensaban que era extraña, mas nadie se había preguntado el porque.

Llego sábado del carnaval y Alejandra se ducho y se perfumo, se maquillo perfilando y resaltando todos los rasgos hermosos de su cara, ondulo su largo y negro pelo dejando caer los tirabuzones con suma naturalidad. Meticulosamente se fue poniendo el vestido que había hecho ella misma con tanto esmero para la ocasión. Una fiel copia del original que vio en la película "Por siempre jamas", el que llevaba Dreww Barrymore en la noche del baile. Como toque final se puso la mascara que ella misma había diseñado y que quedaba maravillosamente conjuntado. Se miro en el espejo de cuerpo entero que tenia en su dormitorio y sonrió ante el resultado final... ¡nadie la conocería, ni por asomo se podrían imaginar que era ella!
Salio a la calle con el corazón locamente palpitando. Esa era su fiesta, la fiesta del anonimato, la fiesta en la cual su timidez se escondía tras un maquillaje y una mascara. Era la fiesta en la que se acercaba al hombre de sus sueños y le hablaba con picardía, y él, se quedaba prendado de aquella joven tan bella que tenia tan amena conversación. Esa era la fiesta en la que le amanecía en la calle y seguía hasta el atardecer. En la que se emborrachaba de emociones y bajo su mascara se atrevía a todo, incluso a los placeres de Don Carnal si llegaban a puerto...

El Domingo por la tarde después del entierro de la sardina Alejandra volvió a su pequeño apartamento, estaba cansada pero feliz, había aprovechado hasta el ultimo segundo de su anonimato para hacer lo que jamas se le habría ocurrido hacer nunca. Se quito su traje, sucio de tanta juerga, se metió debajo la ducha y dejo que el agua caliente la despejase, luego se acostó.

El lunes, como cada mañana, cogió el autobús que la trasladaba a su trabajo. En su cara se dibujaba una sonrisa y en su mente aun sonaba la música, el jolgorio y la alegría de su carnaval..

2 comentarios:

Kinush dijo...

öleeeeeeeee!!que me gustan tus relatos chiquilla!!
pues si eso es lo bueno del Carnaval que los tímidos pueden aprovechar para hacer cosas que no se atreven así como así. tu sabes!!

un beso guapa

Gorky dijo...

La magia del Carnaval es esa sin duda. La normalidad queda atrás y por unos días te desparramas.
Tuve ocasión de vivirlo en Ciudad Rodrigo hace unos demasiados años para acordarme ya.
Otra vez me llevé a mis niños de Scouts a la plaza Mayor a bailar "Mamá pato" todos disfrazados y fue espectacular la que montamos. Hasta los Japoneses dejaron de fotografiar el ayuntamiento. (dato curioso todos tenían ya cámaras digitales en 1993).
Precioso relato Ana. Un brochazo de color para un día muy gris.
Gracias. Besos